lunes, 14 de mayo de 2007

Lo que el tiempo se llevó

No podemos parar el tiempo. El muy estúpido se empeña en correr y correr dejándonos atrás con la lengua fuera y las arrugas en ojos y cuello. Teóricamente el tiempo es una dimensión más del universo, sin embargo aunque puedo reducir alguna barriguda dimensión de mi cuerpo bien a base de pasar hambre y sudar en gimnasios o a base de enriquecer a cirujanos, no puedo reducir la dimensión del tiempo que han soportado mis carnes que se empeñan en arrugarse, pigmentarse y flacidecearse a medida que éste aumenta. ¡¡Que contratiempo!!

Este hecho inevitable nos produce ansiedad ante el decaimiento, depresión ante lo irreversible y miedo a no estar a la altura de lo que demanda una sociedad competitiva en materia laboral y de tersura de carnes. Según los últimos borradores sobre la gestión de empresas en el e-mundo, solo los banqueros desde el nivel director de sección hacia arriba pueden ser viejos y canosos. Quien no esté bronceado y con las sienes sin atisbos de reflejos plateados se la juega amigo. Lo próxima regulación de empleo te puede tocar a ti.

Pero..¿esto ha sido siempre así?. ¿qué sintieron nuestros padres y abuelos cuando cumplieron los cuarenta?. ¿les dolió?

En realidad el mundo era muy diferente en aquella época. La juventud no cotizaba tan al alza, si bien se puede entender mejor por el hecho de que en aquel entonces no existía la televisión y la gente leía tan poco como ahora, por lo que no había una dictadura de la imagen tan fuerte como la que existe en nuestros días. Nadie quería parecerse a una modelo esquelética porque en primer lugar las modelos eran rellenitas, y además las chicas jóvenes no tenían dinero para comprarse la ropa que no se anunciaba en una televisión que no existía para parecerse a unas modelos que eran desconocidas. Los hombres de una cierta edad eran atractivos ya que tenían una posición, nunca nadie aclaró si se trataba del famoso decúbito supino, y eso era mucho más importante que ser imberbe y con granos. También es cierto que si un hombre de cierta edad no tenía esposa ni era viudo se arriesgaba a ser tachado de libertino o afeminado según quien fuera el que le estuviera poniendo a caldo en la cafetería después de la misa del domingo.

Hoy en día, el paso de los años en el cuerpo humano, ha sido identificado por la poderosa maquinaria del marketing como una oportunidad de negocio que puede provocar la diversificación de actividades y la creación de valor para el accionista. Hay que ser jóvenes o al menos parecerlo. Y cada vez baja más el listón: ya no solo hay que ser joven sino tener un cuerpo modelado. Todos aquellos con arrugas de más o con mayor circunferencia en alguna de sus partes de la que establece la norma, son cliente objetivo de centros de estética, antes llamados clínicas de cirugía plástica. Todos aquellos con sobrepeso son potenciales objetivos de cadenas de alimentación dietética. Por supuesto tenemos comida light para todos, más vale prevenir para que no llegue el ogro de las lorzas de grasa. Además lo podemos mezclar con comida más sana: con fibra, para mejorar el tránsito intestinal, o sea, defecar mejor. Ciertamente es para cagarse. Llegará el día en que comer una fabada sea algo obsceno que no se pueda hacer en público, la ingesta de grasa de origen animal que pueda ser identificada a simple vista será penada como falta leve y se podrá poseer tocino pero en pequeña cantidad, para el uso personal.

¡Rebelémonos contra la dictadura de la imagen! ¡Recuperemos la libertad de estómago! ¡Cocido para todos, amigos! Ya no vamos a recuperar los años que perdimos o disfrutamos en la juventud, así pues no vale la pena engañarse. A los hombres les seguirán gustando las jovencitas y a las mujeres los musculitos de gimnasio. Muchachos: no intentéis a vuestra edad convertiros en unos musculitos de gimnasio, os podéis hacer daño. Amigas: no os dejéis ser descuartizadas por cirujanos plásticos, al final los estiramientos provocan migrañas en la nuca.

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